El próximo mes de abril, Río Tinto será Marte y el proyecto MOONWALK la misión que coloque sobre el terreno a astronauta y robot. El principal objetivo de esta simulación de exploración marciana es el desarrollo y mejora de las técnicas para que un humano y un robot realicen actividades extravehiculares (EVA) en cooperación. Es decir, trata de reconocer todos los factores que afectan a la comunicación entre ellos y de optimizar su relación.
Por ello, el equipo del proyecto se trasladó hace unas semanas a Río Tinto (Huelva) para localizar la zona de exploración. “Teníamos ya cierta idea, pero ahora están claramente identificados los lugares elegidos para los ensayos –donde el astronauta va a tomar muestras o donde el robot pueda subir una pequeña colina–. Se trata de sitios donde es profusamente necesaria esa colaboración”, asegura el responsable del Centro de Astrobiología (CAB, INTA-CSIC) en MOONWALK, Víctor Parro. Aquí reside la novedad del proyecto, en ver cómo se puede mejorar esa cooperación y qué tareas pueden realizar astronauta y robot juntos que, por separado, no podrían.
Un ejemplo evidente de esta necesaria cooperación es la exploración de una cueva. El investigador comenta que “en la zona de Río Tinto hay túneles abandonados de la minería que sirven de muy buenos análogos de los tubos de lava que hay en Marte”. Y añade que es interesante explorar estos lugares por diversos motivos: “Lo que haya debajo de las cuevas está protegido de la radiación; la presión atmosférica es mayor y hay más posibilidades, por ejemplo, de que se forme agua líquida… En fin, son zonas en las que la hipotética vida marciana está muy bien protegida de todos los daños que supone la superficie”.
En este sentido, el trabajo científico, en concreto el astrobiológico, en la simulación es de especial relevancia. “Queremos investigar la existencia de restos de vida en ese lugar de aterrizaje. Para ello aplicaremos los protocolos ensayados unos días antes de la simulación y desarrollaremos las actividades que permitan que el astronauta y el robot colaboren para conseguir los objetivos de la misión”, señala Parro.
Está prevista una campaña de dos semanas. Durante la primera, los diversos grupos –los encargados del robot, del astronauta, de las comunicaciones, de la astrobiología…– pondrán a punto sus protocolos para interaccionar con el resto de equipos. Y en la segunda semana se hará la simulación propiamente dicha. Esta campaña supone una de las dos partes de las que consta el proyecto MOONWALK. Se completa con la campaña de ensayos bajo el mar en la costa de Marsella, que simulan actividades extravehiculares en la superficie lunar en condiciones de baja gravedad.
“Lo que aprendamos en Río Tinto será extrapolable a la simulación en Marsella, porque al fin y al cabo, las actividades extravehiculares van a ser similares”. Sin embargo, la simulación en la ciudad francesa es “más compleja y costosa” que la onubense, comenta el científico del CAB, “ya que se necesitarán buzos especializados, un barco en la superficie que proporcione energía y suministros…”.
Robot y astronauta
El investigador Víctor Parro da algunas claves sobre el diseño del robot y del astronauta que explican las ventajas en la cooperación entre ambos. El robot, diseñado por el Centro de Innovación Robótica DFKI en Bremen, en lugar de poseer ruedas lisas, tiene aspas que le permiten anclarse al terreno e incluso trepar por pendientes bastante pronunciadas por las que el astronauta no podría subir. “Y algo muy bueno que tiene este robot es que el astronauta lo dirige mediante un control por gestos”, añade Parro.
El robot va equipado de instrumentación científica, entre la que destaca un espectrometro Raman que está diseñando el CAB, junto con la Unidad Asociada de Valladolid, para la misión ExoMars de la ESA. “Por tanto, es un momento ideal para probar también instrumentación de otras misiones”.
La empresa francesa COMEX se ha encargado del desarrollo del traje espacial, aunque, según apunta Parro, “la idea es que en la campaña de Río Tinto haya dos trajes espaciales para poder comparar la eficiencia de las actividades de cooperación astronauta-astronauta con astronauta-robot”. Es decir, al equipo de MOONWALK le interesa comparar esos perfiles de exploración de actividades extravehiculares para ver si, efectivamente, esa cooperación astronauta-robot mejora la de dos astronautas.
El proyecto a tres años, que vio la luz en 2013, es uno de los últimos del FP7 (Seventh Framework Programme for Research and Technological Development), concedidos por la Comisión Europea. Esta campaña es, además, una oportunidad para probar otros proyectos, como se ha señalado anteriormente. Es el caso de un prototipo de hábitat para exploración de Marte –desarrollado por otro proyecto FP7 llamado S.H.E.E., Self Deployable Habitat for Extreme Environments –, que tiene unas dimensiones aproximadas de seis metros por tres de ancho y que se trasladará a Río Tinto para que personas en su interior simulen algunas actividades en coordinación con el astronauta en el exterior. Se trata, además, de una actividad en la que está interesada NASA.
El CAB también aprovechará para monitorizar muestras desde el laboratorio móvil a través del instrumento SOLID (Signs Of Life Detector). Asimismo, el equipo liderado por Parro cree que Río Tinto no sólo ha de consolidase como ambiente astrobiológico análogo de Marte, “sino como el lugar de referencia que tenga que estar en todos los calendarios de simulaciones para astronautas o robots en Europa, ya que se trata de una gran maqueta de Marte”.